Escurridizo y menudo.
- ¿Dónde estará la caña, madremia? - Volvio a preguntarse Gabriel sin esperar a que Violeta respondiese a la primera. Mientras Violeta se dirigía donde Gabriel revolvía las herramientas y demás cosas en la caseta a la espalda de la cabaña. Violeta creyó oir algo en los matorrales del lado de la cabaña. Continuó caminando y al momento volvío a notar que algo se movía tras los matorrales... ¡ pero esta vez alcanzó a ver un conejito arrastrando la caña!
- ¡Gabriel aquí! ¡Corre! - Violeta se reía por la graciosa escena que siguío. Ambos llegaron donde el pobre conejo se la veía y se las deseaba para llevar a su madriguera nada más y nada menos que una caña de tres metros de longitud. Bastante hizo llegando tan lejos con semejante carga para sus chicuelos hombros.
- ¡Ajajá! ¡Aquí tenemos a nuestro pequeño bribonzuelo! Jejeje, recuperaré mi caña. Al conejito, a la que llegó el alto hombre de la barba cobriza y anchas manos sonriendo de oreja a oreja, enseñando su fuerte dentadura, le entró un repentino mareo y tras tambalearse desplomó su cuerpecillo sobre la caña. Violeta se partía de la risa y Gabriel se quedó boquiabierto ante tan sorprendente reacción.
- ¡Te juro que...
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